martes, 29 de abril de 2008

Platón y la salida de la Caverna



SUMILLA:

“Teniendo en cuenta el esquema pedagógico del Platón de la República y más específicamente el de la alegoría de la caverna, se tratará de mostrar como desde el sólo reconocimiento de lo no sabido se parte hacia el esclarecimiento progresivo hacia lo verdadero, que escapa de las sombras propias de la caverna, y como éstas son el primer paso hacia lo real”

INTRODUCCIÓN:
Todo preguntar siempre supone un saber, la misma pregunta hace suponer que nosotros sabemos de alguna manera la respuesta a esa pregunta; si yo pregunto algo, en mi pregunta sé por lo que pregunto, y en la persona a la cual interrogo pienso encontrar una respuesta a mi pregunta, y esa respuesta debe ir en sintonía con la respuesta que creo tener.

Ese parecer ser el libre juego del viejo Sócrates en algunos diálogos de Platón, siempre hay una pregunta, la cual poco a poco va esclareciéndose – bueno sólo hasta darnos cuenta que sabemos o sabíamos nada acerca de lo preguntado-; pero aquí es el propio Logos como palabra, el que se presenta en nosotros como un don[1] mediante el cual –como mediador- actúa en nosotros como acercándonos a la verdad, así como un gato tímido se acerca a beber un poco de agua, es decir lentamente y merodeándola, así también la palabra nos acerca a responder esa pregunta. Este Logos no actúa sólo en mi, también se encuentra en el interlocutor y entre los dos se va en la búsqueda de lo que se ha interrogado; no obstante este Logos al igual que el Logos de Heráclito no está dado al común de los hombres, ellos se tornan incapaces de comprenderlo, tanto antes de haberlo oído como después de haberlo oído aún cuando todo sea según este Logos[2].

Mediante este Logos podemos acercarnos cada vez más hacia la verdad, en ese sentido podemos notar que en este juego iniciado por una simple pregunta –como propio del Logos- se va paulatinamente esclareciendo el camino de lo preguntado, desde lo que tenemos más cercano, es decir imágenes o conjeturas de primera mano; y desde aquí se crea un ascenso progresivo hacia las ideas puras, aquello que está en la misma pregunta; no se quiere definir los particulares de este objeto o este otro, se quiere esclarecer todos los objetos del mismo tipo a base de una agrupación mayor que incluya a todos los particulares, es decir hacia una idea universal.

Pero este salirse de la conjetura – no olvidar aquí que se trata de la Doxa- hacia lo más elevado supone una liberación de este mundo de apariencias hacia el mundo que es el verdadero, por el cual el mundo de las imágenes es, es decir, el sustento ontológico de las cosas particulares. Y ese salir de la conjetura sólo puede ser efectuado por la Paideia (educación) ya que “la Paideia es la única que puede provocar tal vuelco[3]”. Se trata pues de sacarnos del mundo aparente, múltiple, injusto a un mundo real, unificado el cual está bajo el bien.


Para fijar nuestra mirada a todo este esquema acerca de la Paideia será útil tener en cuenta la alegoría de la caverna de la República (514a - 517a)

PRIMERA PARTE

1. DESCENSO

Se sabe que el liberado de la caverna es el filósofo, y que luego de haber salido de esa prisión subterránea puede dedicarse a la contemplación de lo de allá afuera, es decir de las formas puras iluminadas por el Sol, sin embargo ese filósofo liberado tiene una responsabilidad[4], entendida como el regreso al mundo de lo aparente para invitar a los prisioneros a salir y ver las formas reales, es decir, hacerlos concientes de su prisión envuelta entre sombras, que son controladas por los de ahí adentro, aquellos que controlan la Sofía de la caverna: políticos y sofistas.

Por eso el “liberado debe sacarlos de lo que tienen por descubierto y llevarlos ante lo descubierto en sí mismo”[5], es decir, invitarlos a darse cuenta que no saben lo que creían saber, el darse cuenta de la ignorancia de aquello que sólo son imágenes proyectadas dentro de la caverna; ahora toca ir hacia lo que es verdadero, y el camino que puede acceder a eso verdadero es el Logos (palabra), porque este Logos es el único que puede preguntar por el qué es esto (tí estín), como la esencia de algo, aquello que escapa de las particularidades y se concentra en lo más puro. No se interroga sobre esta imagen particular que el prisionero está viendo, se pregunta por el ser de esa imagen, porque si es una imagen es imagen de algo que lo hace ser imagen, es decir, ha de dirigir su mirada hacia los originales de esas imágenes; aquí en este sólo darse cuenta de la ignorancia ya supone un vuelco hacia lo más elevado, ya no es esa imagen particular, ahora le interesa al prisionero el molde real de esa imagen particular.

A eso me refiero como Paideia, en tanto capacidad de la filosofía de iniciar en la conciencia del prisionero un cambio en su visión, el ha podido girar la mirada y ha visto los originales de esas sombras; ese inicio vertido en su conciencia es paso suficiente para haber despertado en él el esclarecimiento de las cosas, se ha despertado y desembarazado de las conjeturas acerca de lo que él tenía por verdaderas, ahora le toca comprender eso que no sabía.

Se sabe que luego en la alegoría de la caverna que el prisionero al darse cuenta y haber comprendido que vivía entre sombras se acerca cada vez más hacia la luz que producía dichas sombras, se acerca y percibe más de cerca esos originales de los cuales las sombras tomaban su existencia, sin embargo ya habiendo comprendido como está dada la presentación de lo real dentro de la caverna, aún le queda una difícil salida hacia lo real, hacia lo que está afuera y es lo verdadero. Lo que está allí afuera como verdadero le es propia al alma, el alma para Platón pertenece a ese ámbito de lo real, lo verdadero, aquello que no ha sido corrupto por las particularidades de las imágenes; así pues al salir hacia fuera el prisionero supone un regreso del alma hacia su verdadera morada, allí puede reconocer su propio mundo, el que ya ha visto y sólo le toca recordarlo.

Esta morada es uno mismo, es saber que el alma pertenece a una esencia distinta a lo corpóreo y que no está en el mundo de lo aparente, el alma es una esencia que participa de lo divino, en ese sentido ya conoce todo, y ha visto todas las cosas de allá afuera y no hay nada que no haya aprendido[6], porque a su vez también esta alma es inmortal[7].

SEGUNDA PARTE

2. INCIPIT VITA NOVA (INICIO DE UNA VIDA NUEVA)

Un vuelco en la conciencia del prisionero ha provocado un inicio de algo que antes no había experimentado, poco a poco se va enterando de las sombras, las imágenes que las producían son meras copias de algo, y ese algo real se encuentra allí afuera, le toca ahora salir y acomodar su vista a una nueva luz, esa luz que en un primer momento le quema la vista, lo enceguece, ya que la verdad de lo real supone un cambio radical en la propia visión, su acceso es peligroso, y al parecer uno preferiría regresar a la comodidad de las sombras que no suponen ningún esfuerzo, sin embargo la terquedad del filósofo lo hace quedarse afuera, pero hay que recordar que una vez fuera, debe regresar para ayudar a salir a los demás prisioneros.

Esa es su responsabilidad y un inicio de algo nuevo, no sólo en el liberado sino también en los prisioneros, porque al liberarse sólo uno y que sepa como es el mundo de fuera, basta para tener conciencia de lo real que escapa de toda conjetura. Ahora el filósofo es un magister vitae, ya que ha podido salir, e invita a los demás a seguir también esa difícil salida.

El filósofo en la imagen del viejo Sócrates parece ser el que más se acomoda al filósofo que reclamamos como maestro, él con una simple pregunta hace salir al prisionero de sus conjeturas, y lo invita a acercarse a lo real, es decir recordar lo ya sabido. Este recuerdo ilumina intermitentemente a las almas a través de las preguntas, ya que sólo al ser interrogadas por el qué es esto (tí estín) llevará por el sendero de la verdad de las ideas en su pura esencia, que no son más que un alma que recuerda lo de allá visto. Porque la verdadera educación consiste en despertar las capacidades que están dormidas en el alma. Sin embargo el alma sentirá luego ese deseo por la verdad, al sólo indicársele el camino, se sentirá ansiosa por regresar a su esencia, necesita saciar esa tendencia siempre insatisfecha de aquel Eros enunciado en el Banquete, porque se ha despertado el “deseo de aquello cuya carencia se siente”[8], ese deseo que tiende por amor a la sabiduría, de ahí que un alma despierta y conciente por lo de allá afuera se manifieste como una amante de la sabiduría en su deseo implacable de tender hacia lo más alto, lo iluminado por el propio Bien, es ahora un alma que filosofa.




Esta pequeña recapitulación acerca de la esencia pedagógica en Platón me traer aquí a enunciar el carácter formativo de la educación, antes de ser meramente informativa, porque se trata aquí de formar conciencias abiertas a la verdad, esta verdad que escapa de las conjeturas de lo dado externamente, es una verdad íntima, que nace del silencio propio de cada quien, a eso me refería con despertar conciencias, es decir, sentirse en el no saber y tender a esclarecer eso que no sabíamos, y sólo puede ser accesible en el dialogo silencioso del alma consigo misma, como diría Platón. Sin embargo ya el Platón de la República sentía la necesidad de poner en tela de juicio esas Conjeturas (doxa) mal encaminadas, que no hacen más que confundir; aquello que se da externamente y confunde – en la caverna caracterizado como sombras-, eso que es controlado por quienes gobiernan dentro de la caverna, por eso la necesidad de formular una nueva mitología, una mitología que verse sobre la verdad, una mitología que no degenere a los dioses, una mitología que invite hacia la verdad.

En ese sentido si hablamos de educación y una educación para el futuro –como tema de este simposio- ha de ser formativa, una educación que encamine a despertar plenamente las capacidades del alma, su necesidad de responderse a sí misma en el silencio acerca de la verdad; hay que crear mitos, reformular la poesía, para invitar al seguir el camino del esclarecimiento paulatino de la realidad que somos nosotros mismos. Ver en la imagen del educador a un liberador de conciencias así cuando Nietzsche ejemplifica a los educadores como
“los verdadero educadores y formadores te revelen cuál es el auténtico sentido originario y la materia fundamental de tu ser, algo que en modo alguno no puede ser educado ni formado y, en cualquier caso, difícilmente accesible, capturable, paralizable; tus educadores no pueden ser más que tus liberadores”[9].

Es efectuar con la educación un regreso a la verdadera morada del alma, descubrir la intimidad de nosotros en la especulación acerca de las cosas, y eso Platón lo presenta paulatinamente al presentar al currículum del filósofo, ya que ahí da muestra de cómo se tenderá hacia la progresiva salida de la caverna, se habla de una educación que vaya acorde con la música, aquí entendida como la educación de las musas (9) de la artes y las ciencias, cada una de ella presentará las preguntas acerca de las particularidades del arte y el mundo, todo esto en vistas de una progresión que despierte las conciencias, se trata pues de esclarecer el camino de salida, se trata de formar poco a poco al futuro filósofo.

Para terminar y entrar en sintonía con el tema del presente simposio, dejo abierta la posibilidad de profundizar más sobre la educación formativa, esa educación que despierta e invita a esclarecer más este mundo, parece que esto se manifiesta como una utopía, aquella que ni siquiera el Platón de la República pudo poner en práctica, ahora con el tema del futuro plantearía yo un regreso a los clásicos, ellos tienen muchas respuestas para los problemas de hoy, con respuestas simples, respuestas en uno mismo, tal vez ahora se haya disgregado tanto la filosofía que ha perdido la esencia inicial en el hombre, esa que el viejo Sócrates quería incitar a la filosofía, a ese amor insatisfecho que quiere saber.
[1] (Fedro 258e -259a)
[2] Heráclito: DK B 1
[3] Kart Jaspers. Los grandes filósofos. p 481
[4] Apología 28b
[5] Martin Heidegger. La doctrina de la verdad según Platón. p 124
[6] Menón 81a - d
[7] Fedro 245c
[8] Giovanni Reale. Eros: el demonio mediador. P 38.
[9] Friedrich Nietzsche. De Schopenhauer como educador. p 32.

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