lunes, 19 de abril de 2010

Hobbes y Bagua

Todos hemos podido ser testigos de los sucesos que se dieron en Bagua este 5 de junio, hemos visto con indignación y temor cómo se ha abordado el tema desde el Estado. Hemos visto también a los protagonistas, por un lado una mayoría democrática que soportaba y le daba bases sólidas al Estado, por otro una minoría que reclamaba por el espacio geográfico que ocupa, aquel espacio de cual ahora el Estado quiere disponer.

Había una contraposición de dos grupos, uno avalado por el sistema político, y otro que se manifestaba a través de la violencia por ser el único recurso mediante el cual se podía dar a conocer. Acaso podíamos ver este suceso mediante lo que Hobbes indica como la guerra de todos contra todos, siendo aquella la característica más humana. Lo que se querrá mostrar aquí es cómo podemos analogar ciertos conceptos de la teoría política de Hobbes para el caso de Bagua, y cómo podemos describir dicho suceso mediante lo que Hobbes indica con su Leviatán.

Para empezar es válida hacer una referencia a lo que Hobbes va entendiendo como la esencia humana, para él le hombre es “por naturaleza un ser de una insociable sociabilidad#”. Cuando Hobbes empieza a describir al hombre lo toma en su esencia más íntima, y ahí encuentra que el hombre es por naturaleza violento, es decir, se encuentra en un estado natural de guerra de todos contra todos#.

En ese estado natural del que nos habla, no es posible una convivencia, ya que este nivel básico del hombre le impide socializar, no obstante, aquí aparece el Estado, ya que el Estado se forma a partir de la condición primera que pone Hobbes para la convivencia: la paz.
La paz se adquiere cuando todos -como voluntades individuales- depositamos nuestra voluntad en una sola, aquella que representa el Estado, o en el caso de Hobbes, el Leviatán. Entonces el Estado se nos presenta cuando depositamos voluntades individuales en una sola, aquella que se presenta en el soberano, o el que conduce el esquema global del Estado.
No obstante aquí podemos hacer una reflexión sobre lo que indica Hobbes, ya que nos dice que fuera del Estado civil hay siempre guerra de todos contra todos#. Para el caso que nos toca ver aquí, parece que se repite dicha idea, ya que los pueblos amazónicos que se han manifestado mediante la violencia, lo han hecho por no pertenecer, o no sentirse pertenecientes al Estado, por eso se encuentran al margen, un margen en el que no podemos apreciar esa protección que el Estado ha debido garantizar.

Un ingrediente que no podemos perder de vista es el siguiente, cuando se ha eliminado cualquier tipo de comunicación y diálogo cuando no hay oídos para los reclamos, aparece la violencia, aquella que hemos apreciado en las masacres, tanto por parte del Estado como de las comunidades, el bloqueo de carreteras, etc. Ya que cuando el diálogo cesa, aparece la violencia.

Sigamos con la descripción, en primer lugar, hay que hacer una disyunción entre un Estado geográfico y un Estado social. Esa distinción es válida para entender que la región geográfica de un Estado no incluye necesariamente a las pequeñas minorías sociales que se encuentran lejos del Estado central, en analogía podemos ver esto como si el Estado fuese un fuego que ilumina y da calor a su espacio geográfico, pero mientras más lejos se esté del centro, menor es la luz y calor que se recibe. En ese sentido, los pueblos que se encuentran lejos del Estado central, no son tomados de la misma manera, ya que están lejos, y la mirada de este Leviatán, no distingue hacia afuera.

Lo que se debe entender hasta aquí, es que esta forma de Estado en donde las voluntades individuales se canjean por una estabilidad política, (en la forma que nos presenta Hobbes) no distingue rasgos geográficos, étnicos y mucho menos a minorías; es por eso que cuando una minoría no se siente presente en el esquema global del Estado, y no es escuchada (recuérdese aquí la distinción inicial del hombre político de Aristóteles siendo acción y razón, es decir: palabra y capacidad para el diálogo) si es que no hay comunicación, o peor aún, no hay oídos a lo que se tiene que decir, es ahí donde aparece la violencia, que es el último recurso, para llegar a ser escuchados por este Leviatán. O recuérdese también que todo lo que Hobbes va ir indicando es para evitar el estado natural de violencia de todos contra todos, pero se regresaría a ese esquema, si es que se rompe con el Estado, y se rompe con el Estado cuando no hay presencia de Él. Por eso vemos que los reclamos de las minorías indígenas de presentan desde fuera del Estado, no hay pues una presencia y una voz directa de ellos dentro del Estado, porque tanto hoy como en el pasado, no han sido los protagonistas. Reflexionemos entonces desde el punto de vista de un 5 de junio, que solo indico la explosión de un suceso que ha tenido una mecha que ha sido siempre invisible tanto para el Estado, como para los que pertenecemos a la mayoría vigente.


Aquí recapitulando lo dicho podemos ver que el Estado aparece como la forma de lograr lo que para Hobbes es la primera condición de convivencia común entre los hombres: la paz. Se trata entonces de eliminar las voluntades individuales, para así conseguir una voluntad común, aquella que se representa a través del Leviatán, a la manera de un monstruo de traza bíblica, en donde todos hemos dejado nuestra voluntad para ser, en este caso, representados políticamente. Pero esto sucede a condición de quedar dentro del Estado, y de esta manera pertenecer a él, y que nos brinde la protección que deseamos. No obstante, ¿qué sucede si este Estado ejerce un poder centrado en la mayorías, qué sucede luego con las minorías?

Se veía líneas arriba que, una minoría que no es escuchada y no participa del diálogo con el Estado, no puede manifestarse de otra manera que la protesta y la violencia, porque ahí donde termina el diálogo empieza la violencia, es como la mano que cansada de estar alzada tiene que alzar la voz de protesta para darse a conocer. Más aún, se veía también que, el Estado funciona como el velo que protege a los que se encuentran dentro de Él, sin embargo, si uno se muestra como no incluido en este Estado, reaparece lo que Hobbes denomina como estado natural, ya que no hay ninguna legalidad que lo proteja, y si no hay ley aparece el hombre en ese estado latente de guerra. Se había visto también que uno va a canjear una voluntad individual por paz y protección por parte del Estado, ya que se ha abandonado al estado natural de guerra, porque en dicho estado natural, no podría vivir, sería el hombre como el lobo del hombre.

Una analogía parece que se ha dibujado con los sucesos recientes en Bagua, o por lo menos algunos ingredientes: Un Estado que se presenta como autoritario, una minoría que no es escuchada y se encuentra al margen del Estado, y finalmente, la violencia como la manera más inmediata de hacerse sentir.

No obstante, dentro de la características que se han ido presentando, una debe llamarnos la atención, más aún para un caso como el que se quiere exponer. Me refiero a la marginalidad de las comunidades indígenas, ya que ellos están al margen, no están dentro del esquema político del Estado, siempre han sido vistos como los otros. Entones, si ellos no se han alineado con el Estado, es obvio que este Estado no tenga ojos para ellos, y mucho menos para sus intereses y problemas. Por eso aquí aparecía una disyunción entre lo político como orden geográfico y lo político como orden social. El Estado no solo es un espacio geográfico, es a la vez un ordenamiento social que debe tomar a todos sus ciudadanos como iguales, tanto en sus necesidades como reclamos. Sin embargo, en lo que hemos apreciado con el tema de Bagua, ha sido todo lo contrario, se ha tomado el orden estatal sólo como espacio geográfico, sin tomar en cuenta quiénes ocupan ese espacio. Es como si el Estado fuera un arrendatario del territorio, y a penas encuentre un mejor postor para ese territorio, los que están ahí habitando saldrían como si de un alquiler se tratase.

¿Podríamos decir hasta aquí que la violencia de dicho suceso está justificada?, ¿acaso al romperse el diálogo el único medio para hacerse escuchar es la violencia?, pues bien hasta aquí deberíamos tener en cuenta los siguiente: Una parte que se excluye o se ve a sí misma excluida del esquema global del Estado, pasa a estar al margen, y cuando se ubica o se la ubica al margen del Estado, es lógico que caiga dentro de lo que Hobbes indica como el estado natural de violencia, ya que no hay ningún Estado que garantice la paz, y mucho menos una legalidad. Es por esto, que las comunidades indígenas están más a la par con la violencia, ya que no sienten la presencia del Estado, y mucho menos la noción de justicia. Pues bien, ante la ausencia de justicia y del gobierno es lógico que sus reclamos vayan más por la vía rápida de la violencia, ya que no tienen otro medio de comunicación, un Estado que nunca prestó oídos a los problemas de esas minorías, es en sí mismo el provocador de tales respuestas.

No con ánimos de alama, debemos resaltar la ausencia política en la minorías, y cómo ellas mismas, sin contar con otro medio de manifestación, recurren a la violencia. Eso sucede siempre con los olvidados, los que no son los que deciden la dirección del gobierno, por ser siempre unos cuantos, no la gran mayoría. No olvidemos también que un fenómeno similar de formó durante la década de violencia que asoló todo el sur; porque es cierto que si no hay una inclusión dentro del sistema político, y se deja al margen a pequeñas minorías, sobre ellas empieza a ejercerse una nueva forma “legal” que siempre toma la vía de la violencia y la fuerza por ser lo más mediato. Juega un paralelo también interesante, el carácter estatal como aquel que poco a poco va quitando el suelo común a las minorías, me refiero a que las políticas de estado, tanto al nivel educativo, social, cultural, etc., provocan que poco a poco las minorías se queden sin su identidad, por ejemplo, podemos referir el caso puntual del lenguaje, la educación básica regular está orientada a agruparnos a todos bajo un lenguaje común, no se imparte la misma educación, por ejemplo en textos escolares que se desarrollen en dialectos amazónicos. Por otro lado, el sistema legal no se presenta para ellos en sus lenguas nativas, entonces lo que se hace mediante esos detalles tan pequeños es ir quitando poco a poco la identidad de su cultura, y esa es una forma más de ir poniéndolos al margen.

Entonces el problema se nos presenta a la vez como una mecha que poco a poco ha ido corriendo hasta que finalmente ha explotado, así como sucedió un 5 de junio; no obstante, ha tenido detrás todo un desarrollo en el tiempo, un marginalización paulatina, no ha sido un suceso que se haya dado de un día para otro.
Todo esto finalmente desemboca en la violencia, y dentro de la violencia no se puede tener un juicio seguro sobre su destino, porque sobre ella no hay un conocimiento seguro, ella misma toma su camino y su desarrollo. Pero la violencia no es así el fin al que se esté apunando, ella es un medio, y este es el único medio. Como medio de protesta y reclamo, porque es la única voz que ellos pueden alzar.

Así podemos cerciorarnos de lo complejo del problema: (1) Una parte de nuestro territorio ha sido siempre relegada por el Estado, (2) Al estar relegada ha salido de la vista, sus problemas y reclamos no eran una prioridad (3) el Estado quiso disponer del territorio que dichas minorías ocupan (4) no hubo un diálogo, y finalmente (5) en la ausencia de diálogo aparece la violencia. La violencia es un fenómeno con leyes y reglas propias, nunca lógicas, ahí lo complejo del problema y su conclusión. Por eso la tensión manifiesta, un Estado que quiere garantizar la paz y la seguridad social, pero por otro lado, una parte de ese mismo Estado que no sintoniza con las ideas del Estado gobernante. ¿Es acaso hasta aquí un problema de minorías y mayorías políticas? A primera vista sí, sin embargo debemos resaltar algunas posibles pautas a la manera de solución. Pues bien, un Estado ausente de los problemas de sus ciudadanos puede caer en un círculo vicioso, porque mientras menos los escucha ellos pueden ir levantando más la voz para ser escuchados. Un Estado que no se preocupe por la inclusión de sus ciudadanos también está pecando de no establecer la justicia como equidad, siendo ese principio el más básico al hablar de justicia, o a la manera kantiana de que sea el hombre un fin en sí mismo, nunca un medio; así podríamos apartar todo agregado externo, de raza, lengua, etnia, etc., y todos se presentan o se presentarían iguales ante la ley, por lo menos con un nombre, no como una cifra estadística. A la vez, es necesario que el Estado proteja y dé seguridad al territorio que ocupan sus ciudadanos, no obstante, ese territorio no es solo del Estado, hay personas que lo habitan, no se puede expulsar a sus habitantes por un simple negocio estatal.

Lo más cercano a lo que se ha querido desarrollar en este breve ensayo es la postura hobbesiana, ya que un Estado a la manera del Leviatán sólo puede desencadenar en un reclamo violento de las minorías no incluidas dentro de dicho Leviatán. ¿Acaso esta democracia esconde detrás cierta cuota de autoritarismo? Pues si se sigue relegando más a las minorías parece que sí, pero mientras todos estén de igual manera incluidos, puede darse solución a esa brecha.
Por eso al comienzo era útil traer a reflexión conceptos de la teoría política de Hobbes, y ver cómo desde aquellos podíamos reconocer ciertas analogías con el caso puntual de la violencia que se ha desatado en Bagua.

También se había dicho que el hombre no sólo es acción política, en sí mismo posee la capacidad de diálogo, por eso la violencia debe ser evitada a toda costa mediante el diálogo, porque cuando se llega a la violencia, ya no encontramos una directriz lógica, porque ella misma lleva sus propias reglas y pautas, que son siempre impredecibles. Por eso se hacía al final una recapitulación y se resaltaban las posibles causas, y en paralelo las posibles consecuencias de una política de tipo autoritaria, más aún cuando dejamos nuestra voluntad individual, y la entregamos al Estado, y siendo este Estado el que decida por nosotros, y relegándonos cada vez más porque su poder no se desvirtúa por una minoría, que en sí misma es también una voz que debe ser escuchada.
Finalmente una reflexión que se puede hacer desde el plano legal y jurídico, es que en principio el hombre siempre debe ser tomado como un fin, nunca como un medio, esa debe ser la premisa principal para todo marco político, porque ese es un principio, tal vez lo sucedido en Bagua pueda resaltar lo que sucede cuando las minorías son medios, como medios siempre se quiere sacar provechos de ellos, no obstante ellos también pueden reclamar sus derechos, pero al estar al margen de la legalidad, o al no ser reconocidos, el único medio que tienen para hacerse escuchar es la violencia. Por eso aquel principio debe ser resguardado, y como principio debe ser para todos accesible, a la manera de lo que indica Kant, siendo el hombre un fin nunca un medio.













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