domingo, 20 de enero de 2008

Luchito Hernandez


“Quédate en el tercer planeta

Tan sólo conocido

Por tener unos seres bellísimos

Que emiten sonidos con el cuello

Esa unión entre el cuerpo

Y los ensueños”.


Habrá que enfrentarse a un poema de él para entenderlo, bueno o tratar de hacerlo. Es imposible no poder dejar de recordar luego a sus personajes, de entre ellos mi favorito gran-jefe-un-lado-del-cielo, o alguno de los románticos ingleses; Luchito sabe como combinar poesía y todo lo demás, desde música, filosofía y hasta recetas de antidepresivos. Además no habrá de olvidar tampoco esa manera de escribir tan desprendida de la obra, sus cuadernos que se destinaban unicamente a sus amigos más cercanos, y nunca y hasta hoy indeditos. Sólo exiete a a la mano una edición de Edgar O´hara de aquellos cuadernos, pero baste con encontrar algo de él para empezar a disfrutarlo, y decir finalmente: "Mi primer amor fue la música, mi segundo amor fue el amor a la música, mi tercer amor fue corto y feliz"

martes, 8 de enero de 2008

Tres Regalos de Schopenhauer



"Los hombres se parecen a esos relojes de cuerda que andan sin saber por qué. Cada vez que se engendra un hombre y se le hace venir al mundo, se da cuerda de nuevo al reloj de la vida humana, para que repita una vez más su rancio sonsonete gastado de eterna caja de música, frase por frase, tiempo por tiempo, con variaciones apenas imperceptibles."


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"Debo confesarlo sinceramente. La vista de cualquier animal me regocija al junto y me ensancha el corazón, sobre todo la de los perros, y luego la de todos los animales en libertad, aves, insectos, etc. Por el contrario, la vista de los hombres excita casi siempre en mi una aversión muy señalada, por que con cortas excepciones, me ofrecen el espectáculo de las deformidades mas horrorosas y variadas: fealdad física, expresión moral de bajas pasiones y de ambición despreciable, síntomas de locura y perversidades de todas clases y tamaños; en fin, una corrupción sórdida, fruto y resultado de hábitos degradantes. Por eso me aparto de ellos y huyo a refugiarme en la naturaleza, feliz al encontrar allí a los brutos."


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"El suicidio, lejos de negar la voluntad, la afirma enérgicamente. Pues la negación no consiste en aborrecer el dolor, sino los goces de la vida. El suicida ama la vida; lo único que pasa es que no acepta las condiciones en que se le ofrece."

Tres Regalos de Nietzsche


¿Qué haremos para estimularnos cuando estemos fatigados y cansados de nosotros mismos? Unos recomiendan la mesa de juegos, otros el cristianismo, otros la electricidad. Pero lo mejor, mi querido melancólico, es "dormir mucho", en el sentido propio y figurado. Así terminaremos por tener de nuevo nuestra mañana. Un alarde en la sabiduría de la vida es saber intercalar a tiempo el sueño bajo todas sus formas.


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Las mujeres, hasta el presente, han sido tratadas por los hombres como pájaros que, habiendo descendido de una altura cualquiera, se han perdido entre ellos: como una cosa delicada, frágil, salvaje, extraña, dulce, encantadora, pero también como algo que es preciso poner en una jaula para que no se vuele.


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Puede creerse que llegará un tiempo en que el hombre se eleve tanto, que las cosas que hasta aquí le han parecido más sagradas, por ejemplo, la creencia en Dios, le parezcan infantilmente conmovedoras y que haga con ellas lo que ha hecho con todos los mitos: que las transforme en cuentos para niños.

sábado, 5 de enero de 2008

Tres Regalos de Cioran


Si yo hubiera nacido budista, lo sería aún; pero nací cristiano y dejé de serlo en la adolescencia, en una época en que mucho más que hoy hubiera podido exagerar, de haberla conocido, la blasfemia que Goethe escribió el mismo año de su muerte en una carta a Zelter: "La cruz es la imagen más odiosa que existe bajo el cielo".


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Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres. Una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida; mientras que la música pertenece a un orden superior a la vida y, por supuesto, a la muerte.


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Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban más que unos días de vida. Qué locura la suya de hablar de futuro, de su futuro. Pero, ya en la calle, ¿ cómo no pensar que a fin de cuentas la diferencia no es tan grande entre un mortal y un moribundo ? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.


Extraído del libro Ese maldito yo, publicado por Tusquets Editores en su colección "Marginales".